4.070 días, que se dice pronto, o lo que es lo mismo, más de once años ha tardado el Atlético de Madrid en regresar a la élite del fútbol europeo, en a sacar un billete para la máxima competición continental, para la Champions League. Eso sí, lo hizo a su manera, sufirendo hasta que Ramírez Domínguez señaló el final del encuentro y ante un Deportivo que, siendo realistas, si se hubiese llevado un punto del Vicente Calderón no habría sido, para nada, injusto. Pero por una vez, la suerte no le dio la espalda a los de la Ribera del Manzanares. Primero, con un gol no exento de fortuna en las postrimerías del primer acto de Diego Forlán; después, con un disparo de Fabricio Coloccini que se estrelló en el poste izquierdo de la meta defendida por Leo Franco a menos de cinco minutos del final.
El Atlético, consciente de lo mucho que se jugaba y de lo que ha sufrido su hinchada temporada tras temporada desde hace ya más de una década, jamás jugó cómodo por la presión que recaía sobre sus piernas. Sin embargo, Raúl García intentó que el equipo fuese infiel a sí mismo y que todos los atléticos disfrutaran de una plácida noche de domingo. En cuatro minutos intentó sorprender dos veces a Dudu Aouate con sendos disparos lejanos que, en realidad, no entrañaron peligro alguno para el israelí. Entre medias, el Deportivo, bueno, más bien Filipe Luis, advirtió de que a balón parado podía dar más de un disgusto. Los gallegos parecían leer mejor el duelo, pero la primera ocasión clara de gol fue para los madrileños. Agüero, que no tuvo su día, no acertó a culminar una contra, la primera de las que dispuso su equipo, en el minuto 12.
La oportunidad del 'Kun' pareció envalentonar a sus compañeros, que a renglón seguido encerraron al rival y por medio de Maxi y de Luis García buscaron la gloria del gol. Ninguno de ellos la encontró. Fue un espejismo, porque el Depor, que también se jugaba sus opciones de lograr la plaza de la Copa Intertoto, no se amilanó y, sin descuidar jamás la defensa, buscó las cosquillas a Leo Franco, eso sí, casi siempre a balón parado. Pues así transcurrieron los primeros cuarenta y cinco minutos, con el equipo visitante mejor plantado sobre el terreno de juego que el local, quien acuciado por la ansiedad, no era capaz de desplegar su juego. Pero cuando se habían superado sólo por unos segundos los ya citados cuarenta y cinco minutos, se desató la euforia en el coliseo rojiblanco. La locura se desató cuando Forlán envió a la red un centro desde la izquierda de Maxi con un disparo que Aouate tocó, pero no pudo ni blocar ni despejar. Gol y tiempo descanso.
No apto para cardíacos
Si en el cuarto de hora de tregua que duró el intermedio algún atlético pensó que ya estaba todo hecho, que la Liga de Campeones estaba segura, erró. Fiel a su filosofía, el Atlético hizo lo que mejor sabe: sufrir. Bien es cierto que en los primeros compases de la reanudación dio la sensación de que por primera vez en varios lustros, la afición iba a disfrutar sin sobresaltos de una alegría. A los diez minutos de la misma, Aouate se cruzó en el camino del 'Kun' cuando era el último obstáculo que le restaba para poner tierra de por medio en el electrónico. Pero no era la noche de Agüero, ya que en el ecuador del segundo periodo, y para una vez que superó a Aouate, se encontró con De Guzmán, que fue quien evitó que el partido perdiera emoción. Y ésta no sólo descendió, si no que aumentó conforme pasaron los minutos.
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