jueves, 1 de mayo de 2008

Las caras del fracaso


Dos años después de la final de París, los jugadores han agotado todo su crédito

Aquí sólo se salva la afición, que aguanta lo que le echen. Cuatro mil se fueron a Inglaterra en busca de un final de temporada milagroso, a pesar de que casi todas las señales que emitía el equipo invitaban al desánimo. Quisieron creer y creyeron. El resto de módulos que componen el llamado entorno se reparten culpas y responsabilidades. Han fallado todos. Algunos, por acción; otros, por omisión. Unos, por autocomplacencia; otros, por displicencia, o simplemente, chulería.

Un ciclo de la historia del Barça que tenía que ser glorioso ha acabado mucho antes de lo que la afición merecía. Dos Ligas y una Champions es un botín poco habitual en la historia del Barça, pero también es verdad que muy pocas veces (por no decir ninguna) en la historia ha habido una plantilla como la actual, por la que se ha hecho una inversión sin precedentes y a la que cabía exigirle mucho más que esos tres grandes títulos.

Los jugadores, después de París, se desconectaron. No todos, desde luego, pero los triunfos y las derrotas van en bloque. Algunos optaron por fiarlo todo al talento, olvidando la preparación y los mínimos principios de compromiso y disciplina que la alta competición requiere. Los demás, simplemente, no supieron llegar a los niveles de excelencia alcanzados cuando todos los cracks estaban enchufados. El ciclo triunfal comenzó a desvanecerse cuando los buenos decayeron. Dicho de modo simple: cuando Ronaldinho entró en crisis, el Barça entró en crisis.

Otros jugadores, apuestas del club para ocupar el vacío dejado por el brasileño, no han sabido estar a la altura. Eto'o, por ejemplo, no es el mismo Eto'o si la mejor versión de Ronnie no está con él. En cuanto a Henry, el de verdad se quedó en Londres. Bien que lo sabía Wenger.

Rijkaard se lo mira

En estas circunstancias, la llamada clase media de la plantilla nunca se ha borrado. Ha estado allí, pero nadie ha acudido en su ayuda mientras el equipo ganador se descomponía. Frank Rijkaard no ha hecho nada, literalmente, por recuperar algunos de los aspectos que dieron los títulos. La estrategia contemplativa de Rijkaard dejó de ser eficaz en cuanto la plantilla pasó a necesitar acción en lugar de buen rollo.

En cuanto a la directiva, no ha sabido detener la espiral de autodestrucción. De hecho, colaboró a ponerla en marcha con una crisis interna que estuvo negando durante más de un año. En esa crisis jugó un papel crucial ese entorno que está pero no está. El Barça lleva más de treinta años pagando la factura del 0-5 y ya cansa.

Pero además de las culpabilidades están las responsabilidades, que deberían asumir quienes ostentan los cargos. Pero éstos no han asumido nada, sino que se han limitado a decidir quién era el culpable y señalarlo con el dedo

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